martes, diciembre 20

EL PALACIO RIOJA



En la calle Quillota 214 de Viña del Mar, se ubica uno de los iconos indiscutidos del elegante pasado que vivió este balneario de la zona central de Chile.

Se trata del palacio Rioja Ruiz, un interesante edificio de corte neoclásico que sorprende hasta hoy a todos los visitantes por su equilibrada fachada, sus soberbios detalles ornamentales y lujosos interiores que hace pocos meses fueron reabiertos al público tras un largo proceso de restauración. 
Esta mansión forma parte además de la historia del desarrollo de Viña del Mar, perteneció a un personaje excepcional del siglo XX y por muchos años ha sido el Museo de Artes Decorativas de la ciudad jardín. ¿Quieres saber más de este emblemático inmueble viñamarino? 

Te invitamos a redescubrirlo en este reportaje...


 

Hace 96 años el interior del palacio Rioja se preparaba para recibir al más ilustre de sus huéspedes. Cientos de lámparas hacían brillar los muebles, las esculturas y las finas tapicerías del hall, mientras que en el comedor se disponían los cubiertos de plata, las tarjetas de menú, la vajilla francesa, la cristalería y se daban los últimos toques a los grandes centros de mesa. Uno que otro acorde resonaba desde el altillo, donde los músicos de la orquesta realizaban los últimos ensayos antes de presidir la recepción que daría la bienvenida al Infante de Baviera y Borbón, entre la expectación de toda la sociedad viñamarina y el regocijo del propietario de tan solemne mansión.
Hoy en día el palacio resplandece a diario de forma similar, cuando a las 10 AM las luces se encienden, se abren las puertas de los salones y son los guías –como antes fueron los lacayos- quienes reciben a los cientos de ilustres curiosos que se disponen a recorrer los rincones del actual Museo de Artes Decorativas de Viña del Mar, uno de los inmuebles más suntuosos de América Latina.



Pero la historia de la propiedad comienza mucho antes de la visita del Infante en 1920, debiendo remontarnos al siglo XVI cuando estas extensas tierras costeras pertenecían al Capitán Alonso de Riveros, quien entusiasmado con la viticultura decidió plantar numerosos viñedos muy cerca de la costa, los que fueron conocidos como “Las Viñas del Mar”.
Siglos más tarde el sector pasará a manos del portugués Francisco Xavier Alvares y su mujer Dolores Pérez, reconocidos por forjar un verdadero jardín botánico en su hacienda. El desafío de forestar y ampliar los jardines fue continuado por Mercedes Alvares Pérez, casada con José Francisco Vergara Echevers, un respetado político, militar, periodista e ingeniero quien tuvo la notable visión de fundar en los antiguos terrenos de la hacienda familiar, un balneario modelo en el Pacifico Sur, siguiendo la nueva moda que se imponía en las costas europeas. De su trazo, esfuerzo y dedicación nace entonces Viña del Mar.
Sus dos hijos continuaron mejorando el balneario: Blanca Vergara loteó parte de su herencia para construir nuevos chalets y avenidas; reservando para sí la antigua Quinta Vergara, que remodeló dotándola de jardines, esculturas, senderos y una elegante mansión de corte veneciano, actualmente Museo de Bellas Artes de la ciudad.
Mientras tanto, su hermano Salvador decidió expandir y hermosear el balneario: loteó su herencia para levantar la población Vergara, creó avenidas, calles y jardines; construyó el muelle Vergara, encausó el estero Marga-Marga y construyó un puente sobre él; y más tarde será el encargado de donar los terrenos para la fundación de Reñaca.
Al este del balneario existía un predio con viejos árboles conocido como la Quinta San Francisco, que había sido parte de la herencia de Salvador Vergara pero que hacia inicios del siglo XX era propiedad de Carlos Newman. En 1906 la región de Valparaíso fue azotada por un calamitoso terremoto que destruyó la mayoría de las construcciones de la ciudad, por este motivo muchos de los habitantes del viejo puerto deciden emigrar a las nuevas urbanizaciones de Viña del Mar, afianzando el desarrollo del balneario. Entre ellos se encontraba el rico industrial español Fernando Rioja Medel, quien decide comprar la vieja quinta San Francisco para establecerse junto a su familia.

Fernando Rioja (1860-1922). Archivo El Mercurio
El señor Rioja había nacido en Neila, un pequeño poblado cercano a Burgos, y con tan sólo 19 años llega a Chile bajo la recomendación del español Francisco del Río, un próspero comerciante de Valparaíso. Se emplea algunos años, pero su enorme capacidad en los negocios lo lleva a independizarse rápidamente forjando la sociedad “Fernando Rioja y Compañía”. Tiempo después emprende una carrera en la industria tabacalera, fundando la fábrica de cigarrillos La Corona, que pasará a ser sucesivamente la Compañía General de Tabacos y Compañía Chilena de Tabacos, una de las más grandes e importantes de América Latina. Imparable, fundó una compañía de tabacos en Tacna, y también en Buenos Aires; mientras que en Chile expandía sus negocios ahora al sector minero, teniendo importantes participaciones en yacimientos de hierro, cobre y por supuesto, salitre.

Multifacético e inquieto, incursionó en el sector agrario y ganadero, adquiriendo grandes haciendas, donde invirtió en modernizar la producción y los sistemas de regadío. También se relacionó a la industria textil presidiendo la Sociedad Manufacturera de Tejidos de Santiago, que cubría casi la totalidad del rubro en el país; y dio un impulso a las artes gráficas chilenas al fundar la Imprenta y Litografía Inglesa, de cuya fusión con la Imprenta Barcelona nace la famosa Imprenta y Litografía Universo, la más relevante y fructífera asociación artística de todo el siglo XX. Su paso por sociedades comerciales, astilleros, compañías manufactureras y la banca fueron siempre exitosas, pero fue sin duda su Presidencia en el Banco Español de Chile el que dejó las mayores gratificaciones, pues lo convirtió en una de las instituciones bancarias más solventes y seguras de Chile.
Rioja no sólo presidió empresas, también participó en diferentes obras de beneficencia pública, fue uno de los fundadores de la Séptima Compañía de Bomberos -la Bomba España de Valparaíso-, también del Club Español de Valparaíso y de diversas comisiones de ayuda a España durante la guerra con Estados Unidos y Marruecos. Su activa participación en estas sociedades y en diferentes ámbitos de la vida social, lo convirtieron en uno de los más respetados miembros de la colonia española residente en Chile.
En 1888, Fernando Rioja se casa con la ciudadana boliviana Sara Ruiz Fernández, hija del antiguo intendente de Cobija; con quien tuvo nueve hijos: Fernando, Arturo, Alberto, Guillermo, Sara, Blanca, Alfredo, Elena y Jorge.

La familia Rioja Ruiz en los jardines de su palacio en Viña del Mar: Fernando Rioja sentado al centro, atrás su mujer Sara Ruiz Fernández de pie; rodeados de sus hijos. c. 1920. Archivo El Mercurio.


El Palacio Rioja Ruiz

En 1907 Fernando Rioja adquiere el predio para construir su nueva residencia. Decide contratar al arquitecto Alfredo Azancot Levi, profesional de origen portugués que se había titulado en 1892 en la famosa École Nationale des Ponts et Chaussées en Paris. De su imaginación surgirán edificios tan interesantes como el palacio de Emilio Carrasco en la avenida Libertad, las graderías del Sporting Club de Viña del Mar; el diseño del Arco Británico en Valparaíso y un conjunto de viviendas de renta en el sector de Recreo, atribuidas a Azancot gracias a la investigación de la arquitecto, experta en patrimonio, Jacqueline Muñoz.

Planta del palacio Rioja. Autor: Mario Rojas, 2017.
Para el palacio Rioja, el arquitecto Azancot decide inspirarse en el refinado programa estilístico de la Francia del siglo XVIII, ligado a un clasicismo sobrio, elegante y proporcionado. Diseña entonces un inmueble de planta rectangular elevado sobre un alto piso zócalo, donde repite en su ornamentación diversos motivos clásicos, balaustradas, arcos de medio punto e interminables pilastras. La aparente monotonía de las fachadas la rompen una serie de salientes y dobles alturas de gran jerarquía, que permiten por un lado dar mayor realce a los espacios interiores, y por otro, magnificar el acceso al palacio, a través de una escalera imperial y una semirotonda rodeada de columnas. Además de la preocupación por el tratamiento estilístico, Azancot fue muy cuidadoso en elegir un sistema de construcción antisísmico, en base a una estructura de tabiquería apernada sellada con listones y estucos.Para el diseño interior se escogió la adopción del sistema renacentista del piano nobile, impuesto por Palladio y difundido ampliamente en Europa, donde la planta principal distribuye los salones de recibo y habitaciones principales; dejando los servicios y salas secundarias en un piso zócalo generalmente elevado.El palacio Rioja sigue un programa similar en su distribución, proyectando además tres espacios de doble altura: el vestíbulo de acceso, el foyer con cielo abovedado y el Comedor, rodeado de columnas. Para incrementar la atmósfera palaciega de la construcción, Azancot contrata a los arquitectos Aquiles Landoff y Renato Schiavon (autor del palacio Rivera de Valparaíso) para hacerse cargo de diseñar la ornamentación interior; al pintor francés Paul Loubradou para las terminaciones pictóricas; y al decorador francés Edouard Poteau para el alhajamiento de la mansión.
La enorme fortuna del señor Rioja permitió además la creación de una serie de estructuras que vendrían a complementar la presencia de la vivienda: por un lado, se diseñó un enorme parque, con árboles exóticos, senderos, esculturas y un pequeño bosque. También se construyó un edificio para las caballerizas, una moderna cancha de tenis, un amplio teatro privado, un invernadero de cristal, una piscina, un picadero y establos para los caballos de la familia; y un espectacular Palmario. Todas estas construcciones desaparecieron desafortunadamente con el paso de los años.

El desaparecido Palmario del palacio Rioja, ubicado en la actual plaza trasera del museo. Su construcción de madera y delicados treillages no sobrevivió a las transformaciones urbanas del balenario. - Sobre la escalera, el pintor francés Paul Loubradou durante las obras del palacio Rioja, c. 1910. Archivo Particular Christine Paris.

Monumental accedo del palacio Rioja Ruiz, con su escalera imperial, grandes faroles y la semirotonda rodeada de columnas. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.

El acceso al palacio se realiza a través de una escalera imperial con pavimento de mármol blanco, negro y gris; un espacio semicircular enmarcado por columnas resguarda la puerta de entrada donde se aprecia el monograma de la familia protegido por dos ángeles tallados. Al traspasar la puerta nos recibe una mampara con vidrios biselados que antecede el vestíbulo. Este espacio es altamente atractivo, no sólo por el tratamiento ornamental de los muros donde predomina el arco de medio punto, sino por la extensa claraboya lateral que ilumina todo el espacio, sostenida por pequeñas pilastras de orden jónico. El piso es de parquet, existen diversas puertas vidriadas y la iluminación natural se complementa con cuatro apliqués de bronce de estilo barroco. Como toda casa de categoría, próximo al acceso se ubicó una sala de guardarropía decorada en estilo francés donde predominan paneles pintados con la flor de lis sobre fondo azul enmarcados en arcos de medio punto de nogal tallado, que dejan espacio para un espejo adosado y una jardinera de mármol rojo. Contigua a esta sala se ubicó originalmente un pequeño baño.


La claraboya lateral del vestíbulo permite incrementar la altura del vestíbulo y magnificar el espacio, complementado por molduras decorativas, pilastras, espejos y puertas vidriadas. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.

 
Apliqués de estilo rococó con figuras de querubines y guirnaldas están presentes en el vestíbulo, todos originales de la casa - La Guardaropía sorprende aun por su elegancia, ornamentada por grandes paneles de madera, un enorme espejo y una jardinera de mármol rojo. Fotografías Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.
Vista del vestíbulo del palacio en dirección al hall, durante la década de 1920. Archivo Patrimonial Brügmann.

A continuación del vestíbulo, una mampara y dos columnas permiten llegar al salón principal del palacio, considerado también un hall. El espacio que alcanza los 11 metros de altura presenta una fusión de elementos neobarrocos y clásicos en su ornamentación, donde priman los grandes frontones, las pilastras, máscaras, medallones y guirnaldas de corte vegetal. Sobre la cornisa se incorporan una serie de ventanas de arco de medio punto que iluminan naturalmente la habitación, delimitadas por columnas y cuatro grandes cariátides que representan los continentes de ese entonces: África, América, Europa y Asia.
En este salón se pueden apreciar muebles de estilo imperio, como dos consolas con cubierta de mármol negro y pie de esfinges aladas; ánforas de bronce; un bureau plat con marquetería y aplicaciones de bronce; cuatro grandes sofás y una jardinera que originalmente contenía plantas y helechos, infaltables elementos de la decoración de principios del siglo XX. Sin embargo, la pieza que acapara todas las miradas es una escultura de terracota titulada “La Primavera” regalada por el señor Rioja a su hija Sara cuando se convirtió en la Reina de la Primavera durante los Juegos Cervantinos de Valparaíso en 1916.
Aspecto del cielo del salón principal, que alcanza los once metros de altura y tiene entre sus ornamentaciones una serie de cariátides que representan los continentes. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.

 
Aspecto del hall durante la década de 1920. - Detalle de la ornamentación del hall. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann
"La Primavera", pieza de terracota presente en el hall del palacio Rioja, regalada en 1916 por Fernando Rioja a su hija Sara, a raíz de su elección como Reina de la Primavera. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.
Contiguo al hall se encuentra la salita Luis XV, originalmente pensada como salon de Madame, donde Sara Rioja de Ruiz pudiera recibir a sus amistades. El mobiliario sigue el mismo estilo, está fabricado en madera de haya con finas tapicerías francesas. Los muros están revestidos con brocato –recientemente restaurado- a juego con los cortinajes.
Muy cerca del hall, a través de un pequeño corredor, se puede ingresar a dos salitas gemelas de estilo Luis XVI con finas molduras, vidrios biselados, pilastras, espejos adosados y paneles de brocato francés, que diferencian ambas salas por su color, el rosado y el celeste. Originalmente fueron reservadas como salitas privadas para las hijas del matrimonio.

 El corredor que conduce al Comedor y a las salitas gemelas. - La sala Rosada, que deslumbra hoy recién restaurada con sus brocatos en muros y cortinajes. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.
Aspecto del salón Luis XV en la década de 1920, con su mobiliario y objetos originales. Fotografía Archivo Patrimonial Brügmann.
Vista de la fantástica ornamentación de la salita Rosada. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.
 
Continuando por ese corredor se llega a uno de los espacios más impresionante de Chile, se trata del Gran Comedor del palacio Rioja. La habitación de planta rectangular con un saliente semicircular de doble altura, está inspirada en el salón oval del Chateau de Vaux-Le-Vicomte, icono de la Francia del siglo XVIII. De menores proporciones, en el palacio Rioja se repiten los juegos de gruesas pilastras, las ventanas de medio punto en el primer nivel y pequeñas ventanas rectangulares en el segundo piso, junto con la ornamentación en tonos dorados que juega entre lo vegetal y lo mitológico. Además la sala cuenta con una columnata corintia que sostiene un altillo en forma de “U” donde se disponía la orquesta, lo que sin duda contribuye a realzar el lujo de la sala. El mobiliario es de estilo neorenacentista fabricado en madera de nogal con marquetería de palo de rosa, está compuesto por una mesa extensible, 24 sillas, sitiales y trinches; además de la gran lámpara de bronce y apliqués con tulipas de cristal. El comedor tenía acceso a una terraza exterior, y al repostero, que conectaba directamente con el vestíbulo de servicio.
 
El Gran Comedor del palacio Rioja, increíble habitación de estilo neoclásico francés con columnata y doble altura, que fue epicentro de las reuniones sociales del palacio. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.
El gran Comedor durante la época de 1920. Fotografía Archivo Patrimonial Brügmann.
 
Hacia el sur del hall se desarrollan dos habitaciones importantes: El Escritorio de Fernando Rioja y la sala de fumar, en estilo neoclásico francés. Destacan dos estanterías de caoba, sofás de estilo Chesterfield con capitoné, el escritorio, un armario para guardar la caja fuerte y la valiosa reproducción en bronce “Juana de Arco en Domremy escuchando las voces divinas”, del escultor Hervi Michel Antoine Chapu.

 Dos vistas del Escritorio del señor Rioja, importante espacio delimitado por columnas con valioso mobiliario de caoba. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo patrimonial Brügmann.


La otra sala de importancia es el Salón Imperio, originalmente reservado para las grandes recepciones. Su decoración es bastante simétrica, repite una serie de arcos de medio punto que protegen ventanas o espejos adosados, separados por pilares coronados con máscaras de inspiración clásica. La cornisa está decorada por hojas de acanto doradas sobre fondo azul, el cielo tiene un plafond oval con molduras doradas con guirnaldas y acantos; desde donde pende una lámpara de cristal. El mobiliario está compuesto por sillas y sitiales de madera de haya, un fantástico gueridon francés con cubierta de mármol, un reloj de bronce ormolú, un secreataire enchapado en caoba y la alfombra de Aubusson.
Este salón tenía además diversos panneaux de estilo imperio que cubrían los muros, piezas textiles que hoy no vemos en la sala recién restaurada realizadas por el afamado tapicero y decorador francés residente en Valparaíso, Augusto Lecourt. El alto nivel de deterioro de las piezas textiles que presentaban rasgaduras y decoloración, sumado al alto costo de su restauración; obligó a cambiar estas piezas textiles. Lamentamos profundamente que a la hora de escoger el textil de reemplazo, se haya optado por adquirir paños de tela con motivos cercanos al movimiento victoriano de fines del siglo XIX; desvirtuando totalmente la autenticidad estilística del denominado Salón Imperio. Decisión desafortunada, que va en desmedro considerable del excelente trabajo que se había desarrollado en el palacio Rioja.
Aspecto del salón Imperio durante la década de 1920, con su mobliario original y la serie de paneles textiles elaborados por la firma Lecourt de Valparaíso, hoy desafortunadamente reemplazados. Fotografía Archivo Patrimonial Brügmann.
Aspecto del Salón Imperio en la actualidad tras su restauración. El buen trabajo realizado por los profesionales y el rescate del mobiliario original, se ve perjudicado ante el error de haber reemplazado los paneles textiles por piezas que nada tienen que ver con el estilo de la sala. Fotogafía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann.
La alcaldesa Virginia Reginatto revisando el estado de conservación de los paneles textiles en el año 2012. Desafortunadamente las pruebas y el alto costo del proceso de restauración, obligaron a reemplazar estas piezas por otras, muy poco acertadas. Fotografía Flickr Municipalidad de Viña del Mar, 2012.

Ornamentación del Salón Imperio. Fotografía Fernando Imas, 2016. Archivo Patrimonial Brügmann
 
Hacia el oeste del hall se desarrolla un pasillo interno que permite distribuir los dormitorios principales de la familia Rioja, todos con cierta influencia inglesa, mucho más sencillos en su decoración. Quizás el espacio de mayor relevancia es la antigua sala de baño, en estilo art nouveu, que conserva aún sus azulejos y artefactos originales. Estas salas son ocupadas hoy como parte de la muestra decorativa, concentrándose en ellos la sala de los boulles, , la ambientación de un dormitorio, la sala de los espejos el salón directorio y la sala de música.
Al norte, existe un amplio vestíbulo que organiza otras habitaciones y en cuyo centro se ubica una escalera tallada que permite bajar al zócalo, donde se encontraban algunos dormitorios y salitas secundarias de la familia; la caldera que nutría de calefacción central a todo el palacio, también un generador eléctrico, la cocina, servicios y habitaciones de empleados. En la actualidad esta área se utiliza como ingreso al museo, sala de exhibiciones y sala de conciertos Aldo Francia.

El palacio Rioja Ruiz fue finalizado alrededor de 1910. Los éxitos empresariales del señor Rioja junto con su personalidad carismática, hizo de su mansión el centro social de Viña del Mar. Muy recordada fue en 1916 la elección de Sara Rioja Ruiz como Reina de la Primavera de los Juegos Cervantistas de Valparaíso, organizados para conmemorar al escritor español Miguel de Cervantes. 
Sara Rioja Ruiz, Reina de la Primavera 1916
Las actividades contemplaron un corso de flores con llamativos carros alegóricos, cuyo ganador del primer premio en automóviles fue la representación del Molino Mancheño del Quijote; y la elección de la reina en el Teatro de la Victoria, que comenzó con una estudiantina y la lectura de varios poemas.
El escritor español José Pelaez y Tapia –ganador del concurso literario de las fiestas- fue el encargado de comunicar el nombre de la reina, “Elijo por reina de la fiesta a la señorita Rioja Ruiz, hija del acaudalado español don Fernando Rioja. Cerraban la comitiva dos pajes. Invitada la hermosa dama a presidir la fiesta llegó al proscenio con el mismo ceremonial; los dos pajes conducían la cola del traje riquísimo que vestía, mientras que la orquesta ejecutaba la marcha triunfal compuesta especialmente para el acto mientras la concurrencia que ocupaba la vasta sala, prorrumpía en estruendosos aplausos…”. Las fiestas culminaron con un baile en el Club Español y por supuesto con grandes actividades en la casa de la nueva reina en Viña del Mar.
Fue sin embargo, la visita del Infante Fernando de Baviera y Borbón lo que causó fama internacional al palacio Rioja y su propietario. En 1920 el gobierno chileno organizó diversas manifestaciones para conmemorar los 400 años del redescubrimiento del Estrecho de Magallanes, entre ellas la inauguración del Monumento a Magallanes en la Plaza Muñoz Gamero de Punta Arenas. Una de las más esperadas visitas ilustres que llegarían como invitado sería la presencia del primo del Rey de España Alfonso XIII. El país se convulsionó para recibir a este príncipe que desembarcó en Arica, desde donde continuó su viaje hasta Valparaíso. Cientos de personas lo recibieron en el muelle el día 25 de noviembre, entre la comitiva chilena se encontraba Fernando Rioja, quien lo acompañó personalmente durante el viaje a Viña del Mar. La primera recepción se realizaría en su palacio, ahí lo esperaba su familia, amistades, políticos, empresarios y cientos de curiosos. Al discurso del Embajador de España se sumó uno breve del señor Rioja, mientras sonaba la música de la orquesta dirigida por el maestro Telmo Vela, y la interpretación de la famosa soprano chilena Sofía del Campo.
El Infante Fernando de Baviera y Borbón (1884-1954)
La reina indiscutida de Viña del Mar, Blanca Vergara de Errázuriz, tampoco quiso estar ausente de las celebraciones y realizó una recepción en su palacio veneciano de la Quinta Vergara que también fue muy comentada. El primer día del Infante culminó con un banquete en el Club Naval, partiendo el día 28 a Santiago donde fue recibido por el Presidente Juan Luis Sanfuentes, a quien le quedaban pocos días para ser sucedido en el cargo por Arturo Alessandri. Los festejos no terminaron, tampoco los actos públicos o los grandes bailes donde la sociedad entera se agolpaba para ver al príncipe, el que resultó ser mucho más simpático y sencillo de lo esperado. Se hospedó unos días en el palacio Cousiño de la calle Dieciocho; y pronto regresó a Viña del Mar, donde lo esperaba la familia Rioja que había organizado y reacondicionado su palacio para hospedar al príncipe español.
A comienzos de diciembre el Infante partió a Punta Arenas, regresando el 18 de ese mes debiendo desembarcar en Talcahuano, pues su barco sufrió una grave avería. Para el regocijo de Fernando Rioja, el príncipe, que ya lo consideraba un amigo, decidió hospedarse nuevamente en su casa, y como queriendo no abusar de tanta hospitalidad, decidió partir a Buenos Aires hasta enero de 1921, a la espera de que su barco fuera reparado. Cuando regresó, el señor Rioja ofreció nuevamente su palacio, organizando a diario recepciones, banquetes, fiestas, bailes y paseos para la entretención del Infante que se prolongaron hasta marzo de ese año. “Don Fernando Rioja quiso sentar a su mesa, en la noche anterior a la partida de Su Alteza, a dos docenas de personas del circulo de sus relaciones; y esa cena de despedida nos proporcionó el placer inefable de descubrir a qué extremos de amistad cariñosa ha llegado la casual convivencia de nuestro infante y del señor presidente del Banco Español de Chile. Sobre aquellos manteles de la refaccion, y después en la charla en los regios salones de la magnífica morada, circulaba un suave aliento de bienestar; y en los rostros, brillantes de alegría y satisfacción, se reflejaban las dichas cordiales…”. El Infante partió con un recuerdo entrañable de su estadía en Viña del Mar.
La familia Rioja, el Infante Fernando de Baviera y Borbon y otros asistentes, posan en la escalera imperial durante una recepción en el Palacio Rioja. Revista Zig Zag, 1920.
A pesar de la grata visita del Infante, el señor Rioja debió hacer frente a los graves problemas económicos que comenzó a presentar el Banco Español, debido principalmente a las pérdidas que estaba generando la sucursal en Barcelona. Eran tiempos donde los avatares del salitre, la inestabilidad política y los conflictos sociales habían hecho despertar a los chilenos del ensueño que fue la Belle Epoque. A pesar de los inconvenientes, Fernando Rioja continuó colaborando con las instituciones de caridad, hospicios y sobretodo, ayudando a los españoles que se avecindaban en Chile. Sus servicios fueron reconocidos con la Condecoración de la Orden al Mérito por parte de nuestro país, y España lo condecoró con la Real Orden de Isabel La Católica. De forma inesperada, el Infante Fernando de Baviera también se acordó de su viejo amigo chileno, e instó al Rey Alfonso XIII, para que le concediera el título nobiliario de Conde de Rioja y de Neila, el que lamentablemente llegó muy tarde, pues el imparable Fernando Rioja murió repentinamente en su hacienda de Alcones el 10 de julio de 1922, cuatro días antes de la concesión del decreto real. El matutino español ABC expondrá en sus páginas “Don Fernando Rioja Medel, el primer Conde de Neila, ha muerto. España ha perdido uno de sus buenos hijos, la sociedad uno de sus mejores miembros; la colonia española en Chile, a su director y consejero… la sepultación del cadáver del conde de Neila revistió en Valparaíso proporciones incalculables. Fue toda la ciudad la que se incorporó al desfilar inconcluíble del sequito… y esta pública demostración de dolor nos proporciona el consuelo de que la memoria del señor Rioja no desaparecerá pronto en este país que él tanto quiso y tan justamente le correspondía con su afecto…”

Tras la muerte de Fernando Rioja, su familia continuó habitando el palacio de Viña del Mar; pero los avatares de la fortuna muy pronto obligaron al loteo del parque, a la demolición de las estructuras y la paulatina pérdida del interesante conjunto urbano que había creado el arquitecto Azancot. La muerte de Sara Ruiz de Rioja representa el momento en que el palacio y una hectárea de parque son puestos a la venta; conociendo el enorme valor del inmueble, la Municipalidad de Viña del Mar decide comprarlo en 1956 junto con gran parte del mobiliario original, estableciendo ahí la casa consistorial hasta 1978. Posteriormente el palacio es convertido en el Museo de Artes Decorativas de Viña del Mar, labor que cumplió hasta el año 2010, cuando el terremoto del 27 de febrero lo dejó con severos daños que obligaron a cerrarlo.
Sabiendo del enorme valor del palacio Rioja es que la Municipalidad de Viña del Mar junto con el apoyo de otros fondos estatales, inicia una lenta pero satisfactoria restauración del inmueble y gran parte de su mobiliario. Debimos esperar todos los chilenos más de seis años para volver a ingresar a los lujosos salones que recuerdan un momento de Viña del Mar ya olvidado. En mayo de 2016 fue reinaugurado, y en agosto terminaron de abrirse las últimas habitaciones pendientes, su silueta sigue conservando intacta esa fantástica atmósfera de refinamiento y confort de un edificio que sorprende hasta el día de hoy por la calidad de sus ornamentaciones, la suntuosidad de su mobiliario y la espectacularidad de su fachada, que lo convierten sin duda alguna, en uno de los más importantes hitos patrimoniales de la región de Valparaíso.

¿Qué esperas entonces para hacer una visita?


Autores
Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann
Brügmann, 2016 C

Este es sólo un extracto de nuestra investigación, si tienes más información de la casa, te gustaría aportar con imágenes o algún antecedente nuevo, no dudes en escribir a contacto@brugmann.cl; y así contribuirás junto a nosotros al rescate de la memoria patrimonial de todos los chilenos.




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