lunes, marzo 22

El Palacio de la Quinta Meiggs

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No muy lejos del centro de Santiago, en un extenso paño de rancheríos y tierras de cosecha; el intrépido norteamericano Henry Meiggs, mandó a edificar su residencia de verano. La magnífica construcción fue pionera en poblar un barrio que años más tarde sería uno de los más exclusivos de la capital; y dejó caer el lujo y confort americano en los enormes barriales de la Alameda del 1800.


Tras una vasta e importante carrera comercial en los Estados Unidos, los altibajos de la economía, hicieron que hacia 1850, Henry Meiggs, intente probar mejor fortuna en nuestro país. Con ingenio y una tenacidad digna de cualquier gran industrial, inició los importantes caminos ferroviarios, trazando y construyendo la línea del sur hasta San Fernando; y la trascendental vía Santiago - Valparaíso, inaugurada en 1863. No contento con estos logros se trasladó a Perú donde inició también la construcción del ferrocarril de Lima a Lo Oroya.
La cuantiosa fortuna que generó, le otorgó un puesto privilegiado en la sociedad santiaguina, que vio embelesada con sus ojos poco entrenados en el arte y estilo, como este intrépido norteamericano construía los primeros ejemplos de exótica arquitectura foránea. “Al par que construía líneas férreas, edificó en Santiago, hermosas casas-palacios, de recreo y elegante arquitectura, enseñando a la sociedad chilena vivir en casas higiénicas y de la más fastuosa comodidad”[1]. En alameda esquina Lord Cochrane levantó una residencia al más puro estilo bostoniano, con grandes ventanas a modo de bow window, escalinatas de mármol, altas escalas de madera, pisos de fino parquet y salones empapelados con gran lujo. Pero sus ansias de recordar la vieja California, hicieron que adquiriera un extenso paño en las afueras del Santiago decimonónico, muy cerca de la Estación Central, donde erigió al centro de la quinta un espléndido palacete de verano. Muchos eran los mitos de esta casa, se decía que como un puente mecano, cada pieza fue traída de Estados unidos y ensamblada acá; o que poseía un sistema de rieles que movían la casa para aprovechar la luz del sol.
Lo cierto es que en 1864, Henry Meiggs, ordena la construcción a su arquitecto de confianza, el americano Jeese L. Wetmore, quién ya había hecho los planos de su otra residencia en Alameda y la georgiana mansión de la viuda del industrial Haviland, en Alameda con Estado.
La nueva casa debía ser lujosa y confortable. Encargó a Estados Unidos maderas exóticas, que acá aun no se empleaban en construcción. Gastó más de 200 mil pesos oro en caobas y pinos, y otros tantos cientos de miles en mármoles y granitos. El arquitecto Wetmore creó una original planta, donde un vestíbulo circular organizaba la casa uniendo cuatro pabellones, con un piso zócalo para los servicios y la caldera; un primer nivel donde se distribuían los salones, un piso superior para los dormitorios, y un altillo destinado al servicio. La enorme construcción de líneas clásicas y altos techos era coronada por una torre central con cúpula rebajada.
El edificio en términos estilísticos era una sobria construcción de líneas clásicas, ligada al estilo georgiano. La fachada principal presentaba una extensa terraza con una fuente de agua de fierro forjado al centro; que se abría a un pórtico elevado, delimitado por una fina balaustrada, que sustentaban grandes columnas jónicas de mármol.  Al centro, un arco de medio punto resguardaba la enorme puerta principal, de dos hojas y tallada íntegramente en caoba. El primer nivel tenía altos ventanales de dintel recto, y cada esquina era rematada por grandes ventanales a modo de bow window. El piso superior presentaba ventanas con frontones triangulares y celosías, mientras que el tercer nivel era un alto techo a dos aguas, con pequeñas ventanas de remate. Al centro una enorme torre, con interminables ventanales de medio punto, culminaba en una cúpula con aguja.

El interior  sobrecogía. Se ingresaba por una enorme puerta de doble hoja, tallada en caoba, de más de cuatro metros de altura. Un corredor con rica boiserie desembocaba en una hermosa rotonda, un hall circular, amplio y claro, que recibía luz cenital de las ventanas de la inmensa torre, que dejaba relucir el pavimento de fino mármol de colores, que formaba una estrella. Distintas puertas de caoba con pesados frontones tallados, se distribuían en los muros, y hacia el sur se podía ver la escalinata central, ricamente tallada y que se elevaba en forma de espiral hacia los altos de la gran cúpula.
Las puertas conducían por medio de pequeños corredores a los distintos salones, nombrados según su colorido: el Salón Rojo, el Azul, el Blanco, el enmaderado en Abeto, el de mármol rosado. Además había un gran escritorio, un suntuoso Comedor, y la Sala de Música, donde Mr. Meiggs agasajaba a sus invitados con su voz de barítono.
Circundando el hall circular, dos escaleras de servicio llevaban a los pisos superiores y al piso zócalo, donde se encontraba la cocina, dependencias y la gran caldera, que nutria a la casa de calefacción central, primer sistema que funcionó en el país.
En el segundo nivel se encontraban los dormitorios, donde Meiggs desplegó la elegancia y comodidad americana, dotándolos de finos empapelados y originales decoraciones en cada habitación. Además instaló diversos baños, un lujo para la época; también un sistema de tubos que permitía conectar y hablar con todas los dormitorios, y timbres para llamar a la servidumbre; de tan buena factura que funcionaban aun en 1937. El tercer nivel era un amplio altillo, destinado a habitaciones de servicio.
La casa se rodeó de un extenso parque, con senderos, árboles exóticos, esculturas y fuentes de agua. Un enorme portón de fierro forjado, finamente trabajado, y rejas del mismo material marcaba el límite con la Alameda de las Delicias.
Mr. Meiggs inauguró su mansión en 1866  con un pomposo baile de fantasía, donde asistieron más de 500 invitados, entre ellos el futuro Intendente Vicuña Mackenna, que dejó importantes impresiones sobre la fiesta y el estado de la casa.

La Quinta Meiggs fue loteada en 1872, cuando Henry Meiggs muere. Gracias a esto se abren dos nuevas avenidas: República y España, dejando el palacio y un pequeño parque al centro de estas calles.
Sin perder magnificencia, siguió siendo parte de importantes sucesos sociales. Su nueva propietaria, Isidora Goyenechea, trae al conocido paisajista inglés John Drummond para restaurar el parque. Más tarde, en la frenética fortuna que le otorgó la mina de Caracoles, el francés Barón de Riviere, compra la mansión, otorgándole gran lujo. Cambió los empapelados de los salones por finas sedas, el piso por parquet de primer orden, y los cielos por suntuosos artesonados tallados a mano. Alhajó las salas con pomposo mobiliario, donde su mujer Mme. Arnous de Riviere, ofrecía enormes fiestas, bailes, recepciones y pick nicks, a las que acudía presurosa, toda la sociedad santiaguina. La Guerra Franco- Prusiana, puso fin a los años del barón en Chile, partiendo a la guerra y su mujer a sus posesiones en  Mobile; manteniéndose cerrada la quinta por algunos años.
Fue ocupada nuevamente por la legación mexicana a principios del 1900. El embajador Covarrubias tenía una hermosa esposa francesa - Rosa Lefort -, que junto a sus hijas llenó de belleza y distinción al incipiente barrio república. Famosas eran por organizar estupendos corsos primaverales, que partían desde Alameda hacia el Parque Cousiño, y regresaban a la Quinta Meiggs; culminando la noche en célebres bailes y comidas.
Cuando los Covarrubias partieron a su patria, la casa se mantuvo nuevamente cerrada, hasta que el señor boliviano J. Sainz junto a su familia, vuelven a ocuparla, desplegando un lujo oriental en los salones, y dotando de vida por unos años al singular parque.
Parece eso si, que la Quinta Meiggs estaba destinada al abandono, intermitentes ocupantes tuvo, hasta que en 1941, debido al progresivo deterioro, se decidiera – qué terrible torpeza- demoler la mansión, y construir sobre sus ruinas el conocido Barrio Virginia Opazo, según los planos del arquitecto Luciano Kulczewski.


El Palacio de Verano de Henry Meiggs deslumbró por su originalidad y el lujo con que fue alhajado. Configuró la creación de un exclusivo sector de la capital, fue escenario de grandes veladas y un referente del lujoso tren de vida que llevaron los grandes industriales extranjeros en el 1800. Los corredores de caoba, la escalinata en espiral, la intrépida cúpula y los salones de mármol, no fueron excusa para que la mano del progreso nos arrebatara este singular patrimonio capitalino. Un hito en la arquitectura chilena, que instaló un nuevo referente de lujo y comodidad, en las calles del desolador panorama en el Santiago del siglo XIX.


 Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann

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[1] Diccionario Biográfico de extranjeros en Chile- De Pedro Pablo Figueroa, Imprenta Moderna. Santiago de Chile. 1900. pág. 136.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuándo vamos a aprender a conservaaaar!!!!!!!!

Excelente Blog.

R.Rojas dijo...

El palacio Meiggs aparece siendo vendido por el año 1860, en una escritura del notarial de Stgo., y en 200.000 pesos (enorme suma en esos años); eran 175.000 por el inmueble y 25.0000 por el amoblado ; el comprador fue un ciudadano francés cuyo nombre no recuerdo (yo ví la escritura en el Archivo Nacional). Parece haber sido la residencia más cara de Stgo., y su precio superior, en moneda equivalente y comparable, al que tuvo posteriormente el palacio Cousiño.
Como dato comparable, la casa Domeyko en Yungay, que aún existe, la compro el polaco en 3.000 pesos, en 1850, también a un francés. Deben haber equivalido a unos 4 o 5 mil pesos en 1860.

Anónimo dijo...

hola, muy buena historia de la quinta,una consulta de donde sacaron tantos detalles sobre la mansion??, saludos

Cesar dijo...

La quinta fue loteada cuando Meiggs aun vivia, el muere 5 años después.
el Palacio en Lord Cochrane lo rifo y lo volvió a comprar con parte del dinero obtenido en la rifa.

Bele dijo...

Mi abuelita era nieta de la ama de llaves de esa casa, cuando pertenecía a la Hija de Hilarión Daza, ex presidente de Bolivia en Epoca de la Guerra del Pacífico. Era costumbre que los patrones apadrinaran a los niños de la servidumbre (llamado asi en esa época)
Mi abuelita de niña se crió ahi... contaba que habian caballos ponys y pavos reales en los jardines... todo maravilloso!... Hasta que el marido perdió todo el la bolsa de valores y fué rematado

Quería compartir esto ya que las historias de mi abuelita me insentivaron a ser hoy profesora.
Un abrazo

Unknown dijo...

Sobre la casa de Meiggs puedo jurar que estaba montada sobre una tornamesa de ferrocarriles ya que la vi de niño en brazos de mi padre, que me elevó para que viera las ruinas. Había un socavón y en el fondo había varios rieles en círculo. Me recuerdo de esto con toda claridad. Ahora tengo 77 años.

Andrés Rodríguez Aranis dijo...

Quién o quiénes hicieron las fotografías?